Trabajar en una organización global ya no es la excepción – es la norma
Pero eso no significa que sea sencillo. Especialmente cuando los equipos locales —los más cercanos a las operaciones y al cliente— tienen que colaborar con equipos globales que trabajan con prioridades, contextos y ritmos distintos.
En Simms & Associates hemos visto esta dinámica de cerca. Y si hay algo que sabemos, es que la colaboración global-local es un arte: requiere escucha activa, humildad, flexibilidad y una buena dosis de paciencia. Pero también puede convertirse en una poderosa fuente de valor y aprendizaje.
Un ejemplo real: Nespresso
Cuando empezamos a trabajar con Nespresso, nos encontramos con un reto complejo: una migración tecnológica urgente, múltiples partes interesadas implicadas y tensiones claras entre la visión global y las necesidades del día a día en las operaciones de boutique.
La vía fácil habría sido imponer un modelo estandarizado. Pero elegimos lo contrario: situamos la realidad local en el centro del diseño, escuchamos a los responsables de tienda, visitamos boutiques y nos tomamos el tiempo de entender qué funcionaba (y qué no) en la operación diaria.
El resultado fue un modelo híbrido —más ágil, más humano y más realista. Y, lo más importante, el equipo local se sintió participante del proceso, no víctima de él.
Fricciones inevitables, lecciones valiosas
En cualquier colaboración global-local habrá momentos de tensión: prioridades que chocan, estilos de comunicación distintos, decisiones tomadas lejos de la primera línea. Pero cuando esas fricciones se gestionan con respeto y apertura, se convierten en oportunidades de aprendizaje.
Lo global necesita lo local (y viceversa)
La perspectiva global aporta estructura, escala y eficiencia. La perspectiva local ofrece intuición, adaptabilidad y un conocimiento profundo del cliente. Cuando ambas se respetan y se escuchan, construyes algo mucho más poderoso que la suma de sus partes.
En lugar de pensar en términos de jerarquía, pensemos en términos de colaboración. Equipos que co-crean en vez de competir. Que comparten objetivos, aunque trabajen en diferentes husos horarios.
La colaboración global-local no se resuelve con procesos: se cultiva mediante relaciones
Y, como cualquier relación valiosa, requiere presencia, comunicación continua y voluntad de comprender al otro. Porque, al final del día, nadie conoce mejor el terreno que quienes lo recorren a diario. Y nadie ve más lejos que quienes aportan perspectiva.
Cuando ambas visiones se encuentran, la transformación deja de ser una promesa y se convierte en una realidad compartida.